domingo, 22 de julio de 2007

Lluvia Estival


Hacia las montañas se alza desnuda su pálida figura. Su rostro cubierto por su cabello, besado por un velo azulado, mira hacia la nada en busca de la nada. Como en trance hipnótico voy besando su lamento; Los cielos lloran y seguirán llorando en las sombras de la noche por la nada.
Ella da media vuelta y descubro con la mirada sus labios, pálidos, fríos, secos y amargos, sus ojos amenazantes se vuelven en todas las direcciones buscando aquello que no existe. Relámpagos, nubes y lluvia, los cielos lloran y seguirán llorando por la nada. Me estremezco al ver fu perfil perfecto y sublime, de sus ojos nace el tormento y el fuego que quema en lo profundo de la nada; la soledad me embriaga y ella no parece notarlo, mantiene su figura intacta e inexpresiva. En busca de algo que yo tengo, pero ella no parece notarlo. Mis ojos rompen los mares que se secan en mi boca, corren, huyen de la nada hacia la nada, donde se consumen hasta desaparecer en las comisuras de mis labios.

Ella parece notar mi mirada sobre sus ojos y rápidamente me observa cautelosamente; el fin estaba próximo y no podía evitarlo. Con mi mano alcancé su pelo, lo acaricie lentamente, apasionadamente. Cerró sus ojos y entreabrió sus labios. Recuerdo haberla besado hasta que nos ahogamos en nuestras lágrimas. Me miró queriendo pronunciar palabras pero la detuve con un dedo; no quise escucharla, no quise romper ese silencio eterno y agónico. Mi mano alcanzó el metal bajo mi abrigo… ya no podía evitarlo. Me arrodillé y quise decirle que la amaba, que la odiaba y extrañaba, que sus ojos son los culpables de mi angustia y sus labios de mi agonía; mi cuerpo no resistió y cayó a su lado. Recuerdo su mano tocando la mía aferrada a la daga, y con aire resulto me la arrancó de mi dominio, y mirando hacia el cielo lloró… lloró, no sé por cuanto tiempo pero siguió llorando mientras sus manos sangraban y mis ojos se cerraban. Quise besarla por última vez, y la tomé de su cintura para que cayera sobre mi pecho agónico. Gimiendo sus labios buscaron los míos, sus ojos se cerraron junto a los míos en la completa oscuridad de la noche, bajo la lluvia y la luna pálida y asesina.

Los cielos lloran y llorarán por siempre en lo eterno de nuestros corazones, que buscan la nada y entregan su vida a una pasión que estaba oculta y que hoy aparece indeseable en los ojos de la noche; en silencio perpetuo, del llanto infinito sobre nuestra lápida junto al mar … junto a la nada.

Blasfemia

Déjame entrar en tu mente
¡Oh princesa mía!
Descubrir cálidos placeres
Y oscuros amaneceres,

Y es que como sondas eléctricas
Estremeces cada uno de mis latidos
Y el contacto con tu cuerpo
Termina de perturbar mis sentidos;

¡Soledad de Medianoche!
Déjame decir tu nombre,
Dejaste de ser la princesa
De aquel niño que hoy es todo un Hombre

Y es que me has devuelto la vida
!Oh Reina mía!
Oras mi nombre a las luces oscuras
Como yo a tu pecho inmaculado

Y así hasta el final de la noche,
Como ácido rodaban sobre mis mejillas
Húmedas y descontroladas lágrimas
¡Arrepentidos Estan Los Dioses,
De Tanta Blasfemia Dicha!

¡Oh Princesa mía!
Señora de este fuego interno,
Vuelve a mirar mis ojos
Que de grietas rojizas
Brota el podrido Elixir,

Tan cerca de mi,
Y más no pude verte
Favor de apiadarte de este siervo
Que ya la noche se ha vuelto asesina;

De mi pecho tu entorno
Y del pasto este trecho
Tan cerca de mi, Amada mia,
Y más no pude verte;

¡Benditos sean los segundos¡
Si el tiempo da marcha atrás
Para besar tus Labios
Y consumir esta angustia en cenizas.

Pero ya la noche terminó
Y se que te estoy perdiendo,
Porque tan cerca estabas amor
Que no miré dentro de mi mente.

miércoles, 18 de julio de 2007

Eterna Agonía



Había estado observando por largo rato aquellas frías gotas de invierno. El reflejo del agua sobre el mojado piso de barro no dibujaba mas que mi oscura silueta. Hipnotizado iba caminando por un angosto camino de hojas que al pisarlas bajo mis negros zapatos, crujían como la madera ardiendo en llamas. El ambiente se tornó más frío y desértico, ningún alma parecía moverse bajo la espesa lluvia que reinaba en las calles, era sólo yo en aquella fría noche de invierno. Mi reloj marcó las ocho de la noche y me encontraba completamente solo, totalmente empapado bajo la tormentosa lluvia que caía sin control sobre las posas vibrantes de agua. Traté de observar dentro de mi mente, intentando encontrar la respuesta a todo lo que ocurría frente a mis ojos, en dónde me hallaba, completamente indefenso, bajo aquellas lágrimas de luna, que bordeaban cálidas sobre la vereda de la calle; pero mi mente estaba dormida. Un escalofrío recorrió mi cuerpo de pies a cabeza, cuando una punzante brisa envolvió mi cuerpo. Temblando me incorporé y retome mi marcha desenfrenada.

Una casona vieja y húmeda, bordada y cubierta completamente por enredadas hojas que crecían, al parecer sin control sobre sus oscuras y firmes murallas. Sentía frío, fue una de las razones por la que accedí a aquella oscura, y acogedora casona. Dentro no se escuchaba nada más que los truenos amenazadores, temblando allí afuera en las calles de un pueblo desconocido. Aun temblando, e iluminado solamente por milésimas de segundos al caer los relámpagos con furia sobre la tierra haciendo estremecer con un ruido fuerte las débiles ventanas de la habitación, voy buscando fósforos sobre la mesa del comedor para prender los candelabros. Siempre me ha impresionado la fuerte pasión que me provocaba la tenue luz de las velas, cálidas y nítidas, tétricas como aquella casona de invierno, y es que cada segundo de mi cansada existencia se veía reflejado en esas vacilantes llamas del infierno.

Con la luz que irradiaba de los candelabros pude vislumbrar algo, que oscuro y sombrío, se acercaba hacia donde me encontraba, una fría brisa amenazó punzante en dejar sumida en la oscuridad completa aquella casona, fría y oscura como la silueta que desaparecía.

Completamente absorto me incorporé de aquel estado de congelamiento. Aquella sombra que hace unos pocos segundos amenazaba con estrecharme entre sus brazos, causo en mi una terrible tristeza. Fugaces como los rayos nocturnos, reyes de las oscuras calles de invierno, llegaron a mi mente las escenas de un acontecimiento brutal, el más perturbador de mi aterrada existencia. Rápido como pude, llegué a las escaleras que conducían hacia el segundo piso. Al pisar los escalones habitados por terribles telarañas aglomeradas sobre la madera, en mi cabeza se produjo la extensa angustia del suspenso. Mis ojos que desorbitados presenciaban el brutal acontecimiento y mi cuerpo que en cualquier momento parecía desmoronarse, observé aterrado, yacido sobre la cama, las siluetas frías y desgarradas de los dulces amantes, el cual de sus labios se iba derramando el rojo ardiente de su cálido veneno.


¡Oh dulces amantes! Acaso la fría noche congeló sus corazones, que hace unos segundos se unieron en el acto de la muerte. ¡Oh querida mía! Prométeme que esta noche no te irás de mi lado ni por las más terribles circunstancias que causaron mi agonía en ese dulce beso de muerte. ¡Abre los ojos querida mía! Que empiezas a manchar mi cuerpo con tu rojo fuego de locura, ¡no dejes que nos descubran en este eterno momento! Ya que mi cuerpo inerte tumbado al lado del tuyo, perdurará en la memoria de nuestros fríos corazones por el resto de los días de invierno, en aquella casona, nuestra casona, eternamente.

sábado, 14 de julio de 2007

Espectro






Tendrás la última palabra
dirás que nunca me conociste,
quizás nunca recuerdes lo que dijiste
o quizás aún! no recuerdes que me quisiste,

Perdida estas ahora,
sin saber lo que quieres
ni lo mucho que me deseaste
pues el tiempo acabo con la pena de los días nublados.
Dejaste acabar con el deseo
de verte por siempre
bajo tu dulce sonrisa,
y gritando a los cielos tu desesperada agonía.

Apagaste las llamas de mi locura infinita,
de estos brazos que rodaron
sobre tu esbelta figura los días de tormenta,
ya que te has vuelto eterna
por siempre en mi desesperada existencia,

Y me has llamado a la vida,
donde los vientos congelan el alma
y las hojas tiñen los campos,
donde mi sangre bombeaba cálida y acelerada
cuando tú con tus dulces labios
rozabas los minutos de mi existencia.

Aún no me ves?
estoy al frente de ti amor
observando tus ojos de luna
y tus lágrimas de sutil belleza,

Por qué te alejaste amor?
es que aún no me ves?
estoy al frente de ti hablándote al oido,
ahogándome otra vez,

No llores más amor mío!
ya que pronto me verás,
dirás que me conociste y que me amaste
tanto como lo estoy haciendo ahora,

Aún no me ves?
estoy alejándome de ti
corriendo bajo la lluvia de tus recuerdos,
y pudriéndome otra vez

Bajo el aullar de lúbricos lobos,
el siseo de insectos,
y la gravedad del cemento
en perpetuo silencio,

Eternamente.

Al doblar la esquina

Caminando hacia mi casa, fumándome un cigarro... me pregunté si era necesario.